lunes, 25 de marzo de 2013

Cape Coast

Este fin de semana he estado en la zona Cape Coast - era una de las últimas oportunidades que iba a tener de visitar esta zona que tiene una gran carga histórica.

El sábado cuando llegué fui a dejar las cosas en el hotel, un hotelito muy tranquilo. Quería visitar Kakum National Park, un parque nacional que es bosque tropical/jungla. Mientras negociaba con el taxista cuánto me iba a cobrar por llevarme y traerme de vuelta (el parque está a 40 kilómetros de Cape Coast, más o menos), el recepcionista del hotel me dijo que había otros dos huéspedes que querían visitarlo también y que podíamos compartir el taxi, si me parecía bien. Me pareció estupendo, ya que el precio del taxista era más de lo que yo tenía pensado pagar, así que me senté con ellos mientras desayunaban. Me contaron que eran de Pakistán pero vivían en Liberia ahora porque ambos trabajaban para la ONU y los habían mandado allí de momento. Resultaron ser muy amables y cuando acabaron de desayunar, salimos para el parque.

Cuando íbamos de camino, nos paró un policía y el taxista metió automáticamente 1 cedi (0,40 céntimos de euro) dentro de su permiso de conducir. El policía no tardó ni dos segundos en revisarlo, simplemente cogió el dinero y le dijo que siguiera. Así de flagrante es la corrupción aquí (no es que esté presumiendo como española, claro) pero nos explicó el hombre que era mejor darles algo de dinero porque si no, iban a empezar a revisar exhaustivamente permisos, coche etc y eso era peor. Observando el taxi después del incidente, pensé que sí, que si el policía revisaba el estado del coche, seguramente encontraría un par de “cosillas”: cables sueltos saliendo de cualquier sitio, luna rota, marcador de velocidad averiado…

Cuando llegamos al parque, nos unimos a un grupo más grande y estuvimos caminando por la jungla, aunque nos explicaron que debido al calor y al ruido que hacían los visitantes, era muy poco probable ver a algún animal, aunque nos dijeron que había más de 40 especies de mamíferos grandes y más de 250 especies de pájaros. Algún pájaro vimos y mariposas muy bonitas también, pero de mamíferos, nada de nada. Cuando llevábamos un rato caminando, llegamos a la principal atracción del parque, unos puentes colgantes que están construidos a 40 metros del suelo y que tienen una longitud de 330 metros. Estuvo muy chula la experiencia. 

Vistas de la jungla desde uno de los puentes
Uno de los puentes colgantes
Ataduras del puente a uno de los árboles
En uno de los puentes colgantes
Con los paquistaníes, a la salida del parque
De vuelta a Cape Coast vimos una boa negra enorme enroscada en la carretera y con la cabeza levantada. ¡El taxista nos dijo que ésa era de las más venenosas!

Ayer visité Elmina, un pueblo pesquero cercano a Cape Coast. Elmina tiene un castillo tristemente famoso, ya que su principal actividad era el comercio de esclavos. Es la primera construcción europea que se conoce en los trópicos. Lo construyeron los portugueses en 1482, que le dieron el nombre de A Mina (La Mina) a la ciudad, debido a sus grandes reservas de oro, lo que derivó más tarde en su nombre actual. Más tarde, en 1637, la ciudad fue conquistada por los holandeses y fue cuando conoció su mayor esplendor económico, debido al comercio del oro, pero principalmente, al lucrativo comercio de esclavos. De hecho, para el año 1700, la prosperidad económica de Elmina estaba tan ligada al comercio de esclavos que, cuando éste fue abolido, el esplendor de Elmina empezó a disminuir. En el año 1872, Elmina pasó a ser de los británicos y así continuó hasta que Ghana alcanzó la independencia en 1957.

El castillo de Elmina

Cuando llegué al castillo me pasaron a un pequeño museo sobre la historia de Elmina y luego hice un tour por el castillo con un guía que va explicando todo un poco. Fue horrible.

Esposas e instrumentos para encadenar a los esclavos, así como el marcador que se ponía al fuego para luego estampar las iniciales del propietario en la piel de los esclavos
Primero pasamos a los barracones donde se encerraban a las esclavas. Eran habitaciones sin ninguna ventilación en las que se hacinaba a las mujeres, sin baño, desagüe ni nada. Luego, cuando al gobernador le apetecía, las hacía sacar a todas a la placita de la foto para elegir a aquella con la que le gustaría divertirse ese día. De los dos depósitos de agua que se pueden ver en el suelo, el de la derecha lo hicieron los portugueses, pero como los holandeses no se fiaban y pensaban que habían envenenado el agua, hicieron otro nuevo (el de la izquierda).  Las esclavas llevaban tiempo sin ducharse y en malas condiciones higiénicas, por lo que antes de llevarlas al gobernador, las duchaban, usando el agua que creían envenenada por los portugueses. El guía explicó cómo, cuando llegaron los holandeses, el gobernador cantaba una cancioncilla para elegir a la esclava que lo acompañaría ese día. Había una familia de holandeses en el grupo y se pusieron a cantar la canción sonriendo, como diciendo, “sí, la conocemos”. Fue grotesco.

Plaza bajo el balcón del gobernador, al que éste se asomaba para elegir

También contó que si se quedaban embarazadas, le quitaban al hijo cuando nacía y era criado en el entorno del gobernador, de forma que se sentía superior al resto de esclavos y e incluso muchas veces se convertía en traficante de esclavos él mismo.

La bala de cañón que hay al fondo del patio pesa 25 kilos. Les decían a las esclavas que las perdonarían si eran capaces de levantarla, algo que, estando desnutridas y en las condiciones que estaban, eran incapaces de hacer. Como castigo por no poder levantarla, les cortaban una oreja.

Luego nos llevaron a las instalaciones de los esclavos, similares. En esa zona, tenían dos prisiones contiguas para soldados y esclavos. El guía nos dijo que pasásemos y nos encerró en cada una de ellas, avisándonos previamente claro. La diferencia era enorme. Mientras que la de los soldados estaba perfectamente ventilada, la reja de la puerta dejaba pasar la luz sin problema y no solían meter a muchos presos al mismo tiempo, la de los esclavos era una habitación de, a lo sumo, 6 metros cuadrados sin ninguna ventana y simplemente con un agujero pequeño en la puerta. El guía nos dijo que llegaban a meter hasta 30 hombres adultos en esa pequeña habitación. Muchos morían asfixiados después de un tiempo y el resto tenían que ver cómo iban muriendo todos poco a poco. De hecho, encima de la puerta está pintado el símbolo de la muerte, por si quedaba alguna duda.

Celda de los esclavos. La ventana que hay a la derecha pertenecía a la celda de los soldados



También pasamos por un pasadizo estrecho con una puerta estrecha al final que daba al mar (al parecer antes la marea era más alta). Se llamaba el punto de no retorno y era donde los esclavos eran conducidos a los barcos que los llevarían al Caribe y otras zonas para ser explotados.

Punto de no retorno para los esclavos
En 1998 se hizo un acto simbólico, en el que algunas personas de origen africano volvieron desde América para romper con esa regla del “no retorno” y como una invitación a todos los africanos que se encuentren fuera de África de volver a su tierra.

"Puerta" por la que salían los esclavos a los botes que los esperaban fuera para llevarlos al destino que se les hubiera asignado
En esta placa se puede leer (más o menos): “En eterna memoria de la angustia de nuestros ancestros. Que los que murieron, descansen en paz. Que los que volvieron encuentren sus raíces. Que la humanidad no vuelva a perpetrar semejante injusticia contra la humanidad. Nosotros, que vivimos, prometemos cumplir esto”. El guía nos contó que los líderes de la zona la colocaron en el castillo en 1992 a modo de disculpa por haber participado también ellos en el comercio de esclavos, con su consentimiento tácito o activamente.


Vista del pueblo de Elmina desde el castillo, con un cañón en primer plano
Y bueno, en Cape Coast hay otro castillo de similares características, pero la verdad es que no me apetecía escuchar más atrocidades, así que sólo lo he visto por fuera. 

Castillo de Cape Coast
Cañones oxidados en la playa de Cape Coast, cerca del castillo
Me preguntaba ayer, más todavía, cómo la gente de aquí se digna a dirigirnos la palabra a los blancos. Va más lejos; ¿sabéis lo que dijo el guía cuando acabo el tour? Dijo algo como “No es cuestión de culpar a negros o blancos, yo sólo espero que la humanidad aprenda de sus errores y no vuelvan a repetirse estos abusos, ni a blancos ni a negros y que todos aprendamos a caminar juntos de la mano para construir un mundo mejor”. Pues eso mismo, aunque viniendo de él, tiene mucho más valor.

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